Ilustración propia del Proyecto Promoción de Derechos Sexuales y Reproductivos/Realizada por: Melissa Arciniegas en Canva.
La autodeterminación reproductiva se considera como un derecho en Colombia según la Sentencia T-732/09: “En virtud de la autodeterminación reproductiva se reconoce, respeta y garantiza la facultad de las personas de decidir libremente sobre la posibilidad de procrear o no, cuándo y con qué frecuencia. Ello encuentra su consagración normativa en el artículo 42 de la Constitución que prescribe que “la pareja tiene derecho a decidir libre y responsablemente el número de sus hijos” y en el artículo 16, ordinal e), de la Convención para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés) que reconoce el derecho de la mujer y el hombre a decidir libremente sobre el número de sus hijos e hijas y el intervalo entre los nacimientos” (Sentencia T-732/09, Corte Constitucional).
Sonia Correa (activista e investigadora feminista de Brasil) y Rosalind Petchesky (fundadora del Grupo de Acción Internacional de Investigación sobre Derechos Reproductivos), se refieren a la autodeterminación reproductiva como la capacidad de tomar decisiones informadas sobre la fecundidad, crianza, actividad sexual y salud ginecológica para que a la hora de tomar tales decisiones sean lo más seguras posible. Proponen el respeto a ellas y critican las coerciones sociales, económicas y culturales que reprimen la libertad de elegir sobre los cuerpos de cada persona.
Respecto a lo anterior, Amnistía Internacional expresa que todos y todas “tenemos derecho a tomar decisiones y tener el control sobre nuestra salud, nuestros cuerpos, nuestra sexualidad y nuestra reproducción sin temor a sufrir castigo, represalias, discriminación o violencia. Desgraciadamente, nuestra libertad para tomar estas decisiones puede ser cuestionada o controlada por diversos actores: familias, gobiernos, profesionales de la medicina o autoridades religiosas, entre otras, en todo el mundo” (Amnistía Internacional/Mi Decisión).
Estas conductas de represión se presentan más hacia las mujeres que hacia los hombres pues si abrimos un espacio reflexivo del tema, sobre nosotras recae toda la responsabilidad reproductiva. Los métodos de planificación familiar dependen más de las mujeres debido a las pocas posibilidades que existen para la planificación masculina, opciones que incluso se pueden contar con los dedos de una mano: la abstinencia, condón y vasectomía. La elección sobre nuestros cuerpos pareciera que dependiera de todos menos de nosotras mismas y es allí donde convergen varios temas que se tornan controversiales como el aborto o la decisión de no tener hijos/as porque “se supone” que es el ciclo biológico que todo ser humano debe seguir, en especial las mujeres.
Recordemos que históricamente hemos sido el reflejo de la virgen y por ende nuestro deber es ser madres y llevar a cabo un embarazo cada vez que la vida, plan de Dios, o el destino lo designe, sin refutar ni poder decidir sobre nuestros propios cuerpos. Esto se debe a la cultura judeocristiana que ha predominado en nuestro país “laico” y que muchas personas lo han acogido como ley de vida.
¿No se han dado cuenta que siempre nos crucifican frente a nuestra sexualidad? Nos juzgan si quedamos en embarazo a temprana edad o antes de tener un título universitario, nos señalan si tomamos la decisión de no tener hijos/as, nos tildan si abortamos porque el método anticonceptivo falló o porque simplemente no deseamos la maternidad. Incluso para algunas personas es un pecado imperdonable planificar y ni hablar de abortar. Hasta nos terminan llamando “asesinas”.
Es necesario hacer visibles y apropiarnos de nuestros derechos sexuales y reproductivos, además de analizar el panorama legislativo de nuestro país, para así darnos cuenta que falta mucho camino por recorrer y demasiadas preguntas por responder como: ¿por qué no se ha despenalizado plenamente el aborto si somos autónomas y poseemos el libre albedrío de elegir sobre nuestros cuerpos?
Esperamos que algún día podamos tener una autodeterminación reproductiva plena y ejercer de forma libre nuestra salud reproductiva, una sin tapujos, ni tabú.
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