De entrada, podría decirse que controlar la fertilidad en los hombres debería ser una tarea sencilla. Esto, en razón de que los espermatozoides se producen constantemente y no cada ciclo –como ocurre con los óvulos femeninos–, lo que se traduce en que los hombres siempre son fértiles.
Eso lo explica el fisiólogo José Garavito, quien aclara que los procesos biológicos y los mecanismos involucrados en la producción de semen han sido estudiados en extenso, por lo que en teoría deberían estar claras las formas para interrumpirlos.
Sin embargo, hasta ahora todos los intentos para desarrollar una versión masculina de la píldora anticonceptiva han sido fallidos, tanto que el condón y la vasectomía son los únicos métodos voluntarios de los que disponen los varones cuando planean no dejar descendencia.
Una condición que contrasta, según el ginecólogo Jairo Amaya, profesor de la Universidad Nacional, con los al menos 11 recursos que evitan el embarazo voluntariamente en las mujeres.
El asunto, asegura Amaya, es que el embarazo y la salud sexual son vistos en el mundo de hoy como un asunto solo de mujeres; algo que también se opone a la investigación si se tiene en cuenta que mientras se multiplican las alternativas o variaciones a la primera píldora femenina desarrollada en los años sesenta, para los varones este tema parece estancado en el siglo XV.
Y, aunque producir un contraceptivo hormonal reversible, seguro, económico y que pueda ser usado a voluntad por los señores no es una meta fácil, el farmacólogo William Galvis asegura que esta dificultad se empeora por el bajo estímulo económico que para las farmacéuticas tiene su desarrollo.
De hecho, asegura el farmacólogo, se sabe que hoy en día existen otras áreas más interesantes para el negocio farmacéutico bajo la premisa de que al existir la píldora femenina, el mercado prácticamente sería limitado.
A lo anterior se suman unas diferencias en la biología reproductiva que hacen un poco más tortuoso el camino que busca una pastilla mágica que deje contentos a los señores. El ginecólogo y endocrinólogo Jaime Urdinola indica que, al observar que las mujeres liberan un óvulo por mes y dejan de hacerlo cuando están embarazadas, se buscó replicar este fenómeno. Y en esa búsqueda se administraron hormonas que imitan el embarazo, lo que permitió suprimir la ovulación; bajo esta lógica, se desarrolló la píldora.
Sin embargo, dice Urdinola, “no existe un interruptor natural para apagar la producción constante de espermatozoides, lo que se levanta como un gran adversario en la búsqueda de un anticonceptivo porque se ha demostrado que la alteración hormonal afecta otras esferas de la vida masculina, efectos que ellos no están dispuestos a aceptar”.
"No existe un interruptor natural para apagar la producción constante de espermatozoides, lo que se levanta como un gran adversario en la búsqueda de un anticonceptivo"
Intentos fallidos
Pero lo anterior no ha impedido del todo la realización de ensayos para procurar una píldora hormonal masculina.
Los primeros intentos han combinado hormonas de la gestación (gestágenos) y andrógenos (hormonas sexuales masculinas). En teoría, las primeras inhiben la producción de espermatozoides y las segundas compensarían algunos problemas de erección y de apetito sexual provocados por los gestágenos.
Esta mezcla no estuvo exenta de efectos secundarios relevantes que, según Urdinola, incluían alteraciones metabólicas como el aumento del colesterol, la pérdida de la libido y alteraciones en la piel.
A esto se sumaba que su aplicación requería de inyecciones o de implantes debajo de la piel, lo que de entrada ponía este método en desventaja con la píldora femenina.
Hubo otra prueba oral, a principios de los 80, que fue mostrada como esperanzadora –sigue Urdinola–, pero sus niveles de eficacia no fueron suficientes y producían alteraciones en el humor. Con esta intención, los grupos de investigación chinos e indios han sido más insistentes.
Hace poco se probó una inyección anticonceptiva que no llegó a mayores porque la mayoría de los hombres que participaban en los ensayos presentaban acné, trastornos de ánimo y aumentos de la libido, por lo que se consideró que estas quejas eran más importantes que la reducción de los espermatozoides que se buscaba. Entonces, se cancelaron las pruebas.
Hace menos de dos años se desarrolló un producto que tiene como base un gel y se administra por medio de una inyección en los conductos seminales, el cual impide el paso de los espermatozoides sin alterar la eyaculación.
Aunque el producto fue probado algunos años en conejos y en monos, el asunto de la inyección vuelve a generar desencanto, y más pues si bien es un procedimiento reversible, requiere otra inyección.
También es necesario, dice Garavito, aclarar que el rechazo de los hombres a tomar este tipo de medicamentos también es un lastre en contra de las investigaciones científicas.
Para la muestra está un estudio hecho en el 2005 en el que se les preguntó a más de 9.000 hombres de nueve países si estaban dispuestos a tomar una píldora anticonceptiva; la respuesta positiva no alcanzó el 30 por ciento, aunque en los sitios más desarrollados la mayoría dijera que sí.
Por ahora –advierte el ginecólogo Jairo Amaya–, hasta que no exista una mayor demanda de estos productos por los hombres, la responsabilidad seguirá recayendo –lamentablemente– en las mujeres
Nuevo horizonte
Aunque el imaginario de la píldora como pastilla para evitar la reproducción aún está diluido, hace unas semanas se dio a conocer una investigación impulsada por los Institutos de Salud de Estados Unidos (NIH), la cual desarrolló un gel que combina dos hormonas: la testosterona y el nestorone ( progestágeno sintético).
De acuerdo con los investigadores, este producto “consigue suprimir la producción de espermatozoides a niveles por debajo de un millón por mililitro de semen, una concentración considerada infértil”. Además, promete pocos efectos secundarios y no altera la calidad de vida de los varones que lo consumen.
Los estudios previos han demostrado que dicho gel es reversible, y el objetivo cercano es “confirmar en la práctica que puede llegar a ser un anticonceptivo viable en muchos aspectos”, según los NIH.
De acuerdo con Diana Blithe, investigadora de NIH, se realizarán pruebas en parejas concentradas en nueve centros de estudios de siete países del mundo y se espera que antes de dos años se tengan resultados.
Blithe explica que este gel debe ser aplicado en la espalda y los hombros una vez al día, y que se debe hacer un seguimiento durante 20 semanas.
Vale destacar que esta iniciativa no parte de cero, porque “hemos tenido más de 200 hombres expuestos a la medicación, sin registrar eventos adversos graves”, dice Christina Wang, del grupo de investigadores.
El indicador es el recuento de espermatozoides que se hará de manera regular durante las 20 semanas, con controles regulares hasta los 18 meses, sin que se use otro método anticonceptivo existente.
De tener buenos resultados, se espera que en el 2022 se pueda iniciar la última fase de la investigación con miras a obtener su aprobación por parte de las agencias regulatorias de medicamentos en el mundo.
CARLOS FRANCISCO FERNÁNDEZ Asesor médico de EL TIEMPO
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