Por: Esther Balac
Saber que los hombres empiezan a dejar de lado su machismo y que aceptan, por ejemplo, que muchas veces en el catre lo que ellos hacen no es suficiente, por lo que ya permiten introducir en las faenas algunas ayudas representadas en juguetes sexuales y otras prácticas, puede considerarse, de entrada, un logro de las mujeres en ese tránsito obligado a dejar de enmarcar la sexualidad como un asunto que tenemos que interiorizar en medio de tabúes y restricciones.
Y aunque a esto le falta trecho por recorrer, vale la pena resaltar que el falocentrismo ha dado paso a una construcción más en pareja y dialogada, tanto que hoy, como dice el psicólogo Alejandro Viedma, el no de las mujeres no se puede desestimar ni tampoco tomarse como un potencial sí, que tiene que ceder ante el deseo de los señores.
Hoy, los intereses y ganas femeninas, por el contrario, ocupan su lugar, al punto de que no pocos –desacostumbrados, claro– se llegan a sentir presionados e incluso, avasallados, lo que puede atentar en las erecciones de algunos frágiles.
Es claro que los avances culturales que visibilizan a la mujer en toda su integralidad han traído consigo un reposicionamiento de la conducta sexual que, de paso, cuestiona la masculinidad tradicional. Aquí hay que decir que ya no estamos para complacer a nadie, sino, más bien, para ser protagonistas del goce.
Sin embargo, esto no está exento de riesgos, porque a la par que logramos una igualdad en la cama también visibilizamos nuestras anorgasmias y falta de deseo, lo que puede ser interpretado, tontamente, como una carencia de capacidad para el disfrute, cuando en realidad lo que queremos proyectar es nuestro inquebrantable derecho a sentirnos bien.
Claro, esto es producto de la evolución social, reitero, en un proceso que saca de codo a los hombres de esa comodidad que los ubicaba como los únicos con capacidad activa, incluso sobre el catre, un nuevo escenario que convoca a construir nuevas formas de acercamiento, de intimar y de compartir placer.
Llegó la hora de desprenderse de esa concepción deshumanizante y patriarcal del sexo y de permitir que afloren las individualidades femeninas del erotismo y de las delicias sin censura.
Bien por esta revolución sexual, que esperamos que los señores entiendan. Hasta luego.
ESTHER BALAC Para EL TIEMPO En Twitter: @saludet
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